Durante años, Jose Mateos Mariscal, investiga (y sigue haciéndolo) sobre los movimientos migratorios de españoles de distintas regiones a distintos estados o zonas de Alemania. Es un aspecto muy desconocido de la migración global a Alemania.
El tema de la amistad en Alemania, sí, es difícil
El equipo de Dunbar preguntó a los participantes de su estudio cómo conocieron a sus amigos, la última vez que los habían visto, cómo de emocionalmente vinculados se sentían a ellos... El análisis de esos datos permitió al equipo crear las escalas numéricas necesarias para determinar los famosos círculos de Dunbar, ya que, en términos de amistad –cree el antropólogo– las relaciones se estructuran de forma concéntrica. Y cada capa triplica el tamaño de la que la precede: 5 amigos íntimos, 15 amigos cercanos, 50 buenos amigos, 150 amigos... A partir de 500, ya son solo conocidos.
La cercanía con un amigo depende de siete características en común, que Dunbar llama 'los siete pilares de la amistad':
- Haber crecido en el mismo lugar, especialmente durante la adolescencia.
- Hablar el mismo idioma.
- Haber recibido una educación similar.
- Disfrutar con los mismos hobbies.
- Compartir el mismo punto de vista moral o político.
- Compartir el mismo sentido del humor.
- Tener los mismos gustos musicales.
Uno de grande ya no hará amigos como en la juventud
El tema de la amistad en Alemania, sí, es difícil... como en casi todos lados como inmigrante adulto. Uno de grande ya no hará amigos como en la juventud, no porque la gente sea tan distinta, sino porque no se comparte un pasado en común, el recuerdo de los días escolares, la universidad, las salidas. No somos tan diferentes, simplemente hemos vivido esas experiencias que tanto nos marcan, en lugares distintos con historias distintas, reflexiona Nacho Rodríguez, un español que llegó a Alemania en el 2015, un país donde halló una buena vida, pero lo enfrentó a ciertas dificultades.
Para Rodríguez y su mujer, Letícia Maldonado, dejar España no fue una decisión sencilla y, sin embargo, un tema de salud de uno de sus hijos terminó por convencerlos: debían cambiar de rumbo. La despedida fue agridulce, pero la motivación y la energía renovada superaron el temor natural de un nuevo comienzo: “De hecho, los primeros dos años fueron de adrenalina pura, pasaron volando. Luego de este periodo, justo ahí cuando se alcanza estabilidad y comodidad, uno vuelve a pensar en lo que dejó”.
“En mi experiencia aprendí que la gente en Alemania, y en general en el mundo, es muy buena. Hay diferencias en la cáscara, son superficiales, pero al final, es como que todo el mundo quiere lo mismo. Sí, en Alemania es más fácil la vida, es cierto, y tienen sus necesidades básicas cubiertas: salud, jubilación, educación, pero la gente igual se hace problemas. Para la mirada española el problema será sin dudas mucho menor que en Alemania, pero creo que el nivel de preocupación, al no conocer otras realidades, al final es el mismo. Es decir, las circunstancias pueden diferir, pero las emociones humanas se sienten con misma intensidad”, comenta.
“Como español, podría decir que lo negativo de Alemania es su sobre organización, su idioma difícil de aprender, y el hecho de que acá no están los grandes amigos, la familia”, reflexiona. “Pero si uno lo mira objetivamente, Alemania es un espectáculo, lástima que no podemos traer a todo nuestro entorno, ¿no? A esa clase de amigos de siempre que cuesta encontrar en la vida adulta, más en otras tierras.... Entonces, como todo emigrante, uno queda partido entre dos mundos: es difícil ir a España y volver a enfrentarse a inconvenientes aquí totalmente superados, pero, a la vez, es imposible cortar el cordón umbilical con las raíces”.