Estamos asistiendo a un escenario muy abierto en el que el anuncio de nuevas elecciones generales no es descartable.
Hacía varias semanas que no lográbamos sentarnos a tomar nuestro café y ponernos al día de nuestras andanzas veraniegas, por lo que rápidamente nuestro viejo marino preguntó:
—¿Cómo ha ido el veraneo? ¿Tenemos muchas novedades?
Nuestra joven profesora ya nos había anunciado que estaba ávida de contarnos algunas peripecias de un interesante Curso de Verano, por lo que enseguida tomó la palabra para comentarnos cosas:
—He tenido la ocasión de escuchar al gurú de moda, al hombre que susurra, no a los caballos, sino al presidente. Lógicamente estaba en su papel, aunque si pudimos sacar entrelíneas muchas ideas, y aunque debo reconocer que no eludió ninguna pregunta y fue todo lo claro y directo que se podía esperar, se notaba que había mucho más de lo que nos decía. Entre otras afirmaciones, hubo especialmente una que me hizo pensar. Según sus análisis, para Iván Redondo, la clave de las elecciones en este país es lo que él llama la «mayoría cautelosa» y que estos son los que deciden los resultados.
Nuestro marino enseguida entró en la conversación.
—¿Lo que me estás diciendo es que la tendencia del voto no es alocada y que existe una mayoría de personas que votan con cautela? Me cuesta aceptar ese principio porque ha habido ocasiones que, a pesar de las señales, se ha votado aquello que sería lo que menos convenía a esas personas que se suponen prudentes y precavidas.
—Posiblemente estés haciendo una interpretación muy restrictiva de esa expresión —siguió nuestra joven amiga—, porque podemos pensar que cauteloso es todo aquel que teme perder algo.
Con un movimiento afirmativo de cabeza, nuestro marino continuó:
—Es decir que las pensiones, las ayudas y las subvenciones deciden las elecciones. No se trata de proponer un proyecto que sea generador de empleo, no hablamos de favorecer la creación de empresas, no pensamos en tener una visión de futuro disruptiva e innovadora, no estamos diciendo de cambiar todo aquello que está obsoleto, desfasado y burocratizado, no pensamos en modernizar las servicios públicos y eliminar todo aquello que no aporta valor o que está duplicado. Eso no es relevante porque crearía inseguridades a ese voto cautivo y cauteloso. Los políticos manejan unas claves muy diferentes, por lo que aquellos que proponen cantos de sirena son los que tienen más oportunidades de recibir el favor de los votantes. ¡Qué pena si esta es la «mayoría cautelosa»!
Esta es una de las grandes paradojas de nuestra política actual, un lenguaje hueco, lleno de tópicos ——como el que todo lo van a pagar los ricos—, mientras se vende el buenismo, promesas de grandes mejoras sociales —cuando vemos que hay más oportunidades para los extraños que para nosotros—, y una falsa modernidad llena de slogans y consignas. Todo eso mientras nuestro endeudamiento está en límites históricos y la expansión del gasto público no parece la mejor de las medidas.
Asistimos a una gran paradoja, estamos intentando ocultar los primeros síntomas de cambio de ciclo, y lo disimulamos con términos melifluos como «desaceleración del crecimiento» —como en su día fueron los «brotes verdes»—, cuando lo que vemos es que nuestros principales compradores están en crisis, el Brexit está ahí y el Reino Unido es uno de nuestros grandes clientes turísticos y compradores de mercancías, pero somos tan ingenuos que pensamos que eso va a afectar a todos, menos a nosotros. Si esta «desaceleración» es lo que parece, una crisis, a nosotros no va a coger en paños menores. Este es un escenario diferente al de la era Zapatero en el que había margen de endeudamiento, y por mucho que se quiera vender lo contrario, cuando los países importantes estornudan, nosotros cogemos una gripe.
Sería bueno que nuestra «mayoría cautelosa» que deciden los resultados electorales, por un momento, abandonen esa zona de confort, que se miren menos el ombligo y piensen en la herencia que estamos construyendo para nuestros hijos y nuestros nietos; y pensemos en políticas creativas, realistas y exentas de demagogias.
Nuestro viejo marino concluyó:
—Ya que vendo mi voto al que más promesas me hace, no entiendo porque no me suben más la pensión, reivindico que me dan un coche nuevo, por aquello de que contamine menos —me conformo con un Tesla—, y un viaje alrededor del mundo con cargo a las vacaciones del IMSERSO, porque este país lo tengo muy visto. Yo también pertenezco a esa «mayoría cautelosa».
Nos reímos, nos despedimos y nos quedamos pensando que posiblemente lo mejor para nuestra joven profesora era no salir de la aldea, para no tener que constatar lo sibilinas que pueden ser las estrategias de los gurús políticos para alcanzar el poder.
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