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Réquiem a un gobierno

Réquiem a un gobierno

Por Jorge Molina Sanz
viernes 08 de marzo de 2019, 12:17h

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La convocatoria de elecciones generales marca el final de una legislatura.

Nuestro viejo marino, sonriendo, dijo:

—Tenemos elecciones, las más próximas las generales. Los sondeos y las encuestas nos vuelven locos con las encuestas y los sondeos. Hay muchas incertidumbres y ahora todo es impredecible porque los expertos nos dicen que cada vez alargamos más nuestra decisión del voto.

Como el café estaba todavía humeante intervino nuestra amiga y joven profesora:

—Como no tenemos una bola de cristal para que vamos a intentar predecir lo que va a ocurrir. Tenemos mucho más fácil analizar este periodo de gobierno, puesto que ha sido un ejecutivo sorprendente en muchos aspectos, que no ha dejado indiferente a nadie, y que resulta bastante difícil valorar con imparcialidad.

El marino la miró fijamente y sentenció:

—¿Valorar objetivamente? Este ha sido un gobierno goebbeliano, en el que todo ha sido propaganda. Han instaurado una nueva manera de hacer política, en la que, las capacidades, los méritos —ya bastante dañados— y el rigor han dejado paso al narcisismo, la tergiversación de la realidad, el desdoblamiento de la personalidad entre lo manifestado como presidente a lo que decía antes de llegar a la Moncloa —Carmen Calvo dixit— y el uso personal —ni siquiera partidista, porque su partido le importa poco— de los medios del Estado.

Alterada y molesta le dijo al viejo marino:

—Es un diagnóstico muy duro. Creo que ha habido buenas intenciones y un criterio ético en sus actuaciones.

Entre risas, nuestro marino contestó:

—¿Te refieres a esas torpes pifias de manifestar en la oposición lo contrario a lo que no ha hecho como presidente como permitir la continuidad de algunos ministros o a no dimitir después de quedar demostrado que su doctorado es más que dudoso?

Nuestra profesora, resignada, comentó:

—Es cierto que, en la oposición, con ese discurso aparentemente regenerador, mantuvo cosas que no ha aplicado en el gobierno. Si hubiese mantenido esos criterios, es cierto que tenía que haber despedido a unos cuantos ministros más, aunque esos mecanismos societarios eran legales en su momento.

Una larga sonrisa en nuestro marino para proseguir:

—Pura demagogia, populismo y electoralismo que tanto daño está haciendo a nuestras instituciones. Pero mi crítica va más allá. Podemos repasar a unos cuantos ministros. Tenemos a un Pedro Duque desaparecido. Quienes pensábamos que teníamos en él un activo valioso, empezamos a pensar —sin restar méritos— que era la «cuota española» en el tema aeroespacial. Podemos seguir con la «experta» ministra de economía Nadia Calviño, que ha resultado ser una decepción y al parecer lo único que le interesa es un nuevo y más importante acomodo en Europa. También tenemos a Dolores Delgado con sus conversaciones privadas —seguro que nadie resistiría la crítica si éstas se hiciesen públicas— sobre la «información vaginal, éxito asegurado», pero que tratándose de la ministra de Justicia es inaceptable. Seguimos con el siempre alabado Borrell que usa su información privilegiada para la venta de acciones o que esté pidiendo a los funcionarios que utilice información contra otros partidos o que usen un símbolo anticonstitucional, para conmemorar un hecho histórico que lo único que hace es remarcar las divisiones, el guerracivilismo y encanallar la política. En definitiva, ruido, polvareda y demagogia. Este es mi resumen.

Le interrumpió:

—Querido amigo, coincidirás conmigo que se han acometido medidas sociales para favorecer a los más desfavorecidos.

Ahí, conociendo a nuestro viejo marino, no podía estar callado:

—Sobre la economía, como no es una ciencia exacta tendremos que dejar pasar un tiempo para valorar las consecuencias de las medidas tomadas, aunque muchas de ellas no dejan de ser pura propaganda. Uno de los último ejemplos es la burla de Arévalo, ese ministro de rostro granítico, al anunciar —con la legislatura terminada y sin consignación presupuestaria— una lluvia de millones «fake» para el tren a Extremadura. Más parece munición —si no gobiernan— para acusar que ellos lo aprobaron y que el nuevo gobierno no lo materializa. ¿O nos referimos a estas medidas en reales decretos leyes con el Parlamento disuelto?

Prosiguió:

—Qué lejos estamos de aquel Felipe González que pensaba: «no importa que el gato sea blanco o negro, lo que importa es que cace ratones» —aunque no muy bien entendido por los dirigentes chinos que lo recibieron, pero que traslucía un propósito de hacer cosas útiles. Tan lejos de este presidente que parece decir: «no importa que el gato sea blanco o negro, lo que importa es que diga lo guapo, alto y estupendísimo que soy». Pasamos de la responsabilidad de gobernar —con aciertos y errores—, a tener una «chiquiministra» que cuadra los presupuestos a hachazos, con la frivolidad y desfachatez ya demostrada en su anterior puesto. Todo me suena a un dejà vu cuando se hablaba de «brotes verdes», mientras la economía se estaba desangrando.

Estábamos perplejos, pero no le faltaron arrestos para exclamar:

—¡Cómo no va a estar pasado de moda el circo! Se ha pasado a la política, con un «más difícil todavía» abriendo los telediarios.

Nuestra profesora, para atajar, dijo:

—Convendrás conmigo que tenemos un presidente diferente, como ha quedado reflejado en ese libro Manual de resistencia, aunque no tengamos claro quien lo ha escrito, pero que refleja un espíritu resiliente.

Nuestro marino, sin mediar palabra, se levantó de la mesa, se acercó a la barra del bar y solicitó que nos pusiesen una canción. Empezó a sonar a todo volumen el Dúo Dinámico y aquel famoso «Resistiré».

Hubo unas miradas cómplices y —como siempre— nos fuimos despidiendo festivamente, porque la inteligencia no está reñida con la discrepancia y nos alejamos por la orilla de la playa, todavía sonando la música y solo pude pensar que no se debe resistir a cualquier precio.

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