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Todo sigue… igual
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Todo sigue… igual

Por Israel Rabinowicz
lunes 17 de septiembre de 2018, 14:01h

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Una guerra que no concluye con un acuerdo de paz aceptado por ambas partes, es una guerra inconclusa. Al cabo de un tiempo resurgirá en lo que la gente la definirá con otro nombre, distinto al anterior.

El dictado que se le impuso a Alemania en Versalles después de la Primera Guerra Mundial, fue la causa casi directa de la segunda. La Guerra de los Seis Días fue la causa principal de la de Iom Kipur de la cual ahora se cumplen 45 años.

Uno de los padres de la estrategia israelí, de la concepción que se formó de la seguridad del Estado – Itzjak Sadé, fundador y jefe del Palmaj ( fuerza militar judía anterior a la creación del Estado, bajo el mandato inglés) – sostiene en la introducción a su libro " Qué innovó el Palmaj " que la estrategia de la defensa no puede ni debe dejarse en manos de militares profesionales. Explica que el profesionalismo militar es el que conduce siempre a que un ejército se prepare siempre para la guerra que ya fue y no para la guerra que será. Las mentes quedan herméticamente cerradas en lo que se denomina “la concepción estratégica”.

Estos días dentro de grupos cerrados está circulando un trabajo del General en Reserva Itzjak Brik, muchos partes del mismo fueron bloqueadas por la censura, en donde pone en duda la capacidad y la preparación de las fuerzas armadas de Israel, la fuerza aérea queda fuera, las causas muchas, siempre humanas, la gran tecnificación hace que se descuide lo principal.

Hasta la guerra de 1967 el destino de la seguridad de Israel estuvo siempre en manos de un ministro de seguridad civil, David Ben Gurión, Pinjas Lavón, Levi Eshkol. Moshé Dayán fue el primer militar que ocupo ése puesto clave en un gabinete israelí.

Fue así que mientras en los difíciles días de mayo del 67 el gobierno de Eshkol esperó y dudó hasta los límites de la exasperación, a partir del séptimo día de la guerra, Israel dejó de esperar en lo que la guerra se refería. La concepción era que ningún líder árabe se animaría a atacar sabiendo que sería dura y rápidamente derrotado.

A partir de la Guerra de los Seis Días dejamos de creer en nada que no sea nuestra propia fuerza, no la fuerza espiritual de quien está seguro de la justicia de sus actos, sino de la fuerza física de un ejército capaz de doblegar a cualquier posible rival. Nació casi en el mismo momento en que Dayán aseguró que “esperamos ahora el llamado telefónico de los árabes” y se acentuó poco después cuando Golda Meir insistió que “no hay un pueblo palestino”.

Dicen que no hay peor ciego que el que no quiere ver. En uno de los suplementos de Rosh Hashaná en el año 1973 Arie Eliáv publicaba un fragmento bajo el título de “La Gaviota”. En él se describía el barco que llevaba sobre las aguas a su carga de gente bulliciosa y despreocupada, bailando, bebiendo, todos disfrutando, incluso la tripulación. Mientras la gaviota, sobrevolando las aguas más adelante, ve el peligro inminente del choque fatal y trata ansiosamente de alertar a la tripulación, pero nadie le presta atención, hasta que el choque se produce y es demasiado tarde. Diez días después se produjo el choque, sorpresivo e inevitable.

En un libro editado hace un año se conoció un documento desclasificado por el cual nos informamos que a fines de 1971 y principios del 72 el Secretario de Estado Americano le presentó a Golda Meír una concreta oferta del Presidente Sadat, la paz con Egipto contra la devolución total del Sinaí, la Primer Ministro la rechazó, el Secretario de Estado insistió intentando influir vía Ben Gurión ya retirado en su kibutz Sde Boker, quien pese a su edad y con sus neuronas e inteligencias aún a pleno en forma inmediata entendió la amplitud del ofrecimiento Egipcio, la llamó a Golda Meir para presionarla, ésta lo rechazó, lo que en otros tiempos la palabra de Ben Gurión eran órdenes ya se veían como provenientes de un viejo que ya era parte de la historia.

Los resultados están a la vista, la Guerra de Yom Kippur llevó a lo mismo, en el camino 2700 muertos por el lado israelí, la recuperación del orgullo egipcio y la devolución total del Sinaí.

La Comisión Agranat (la comisión creada en su momento especialmente para analizar responsabilidades) diría después que todo el liderazgo – del país y del ejército – estaba cautivado por la “concepción”, una comisión que encontró un chivo expiatorio, los políticos se salvaron aunque luego la presión pública los obligó al retiro, aquí en Israel los familiares de los muertos y heridos son una loza imposible de evitar y soportar.

Con una demora de 20 años la Guerra de Yom Kippur llevó a los Acuerdos de Oslo, todos recuerdan la histórica foto, el Presidente Clinton sonriente en medio, Yasir Arafat e Itzjak Rabin se dan un apretón de manos, declaraciones de principios que cada uno llevó a sus propios extremos. Un cuarto de siglo después del dubitativo apretón de manos el camino se ha convertido en un callejón sin salida, los detractores son cada vez más extremistas, los que lo apoyaron se diluyen en discursos y explicaciones teóricas.

El asesinato del Primer Ministro Itzjak Rabín, más que una acción individual, fue parte del ambiente, de la reacciones extremas a dichos acuerdos.

En el medio guerras, centenares de muertos, secuestros e intercambios de prisioneros, inseguridad, millones de horas hombre en reuniones y comisiones al máximo nivel para nada, lo que era de tan simple solución se convirtió en la clara demostración de cómo lo fácil se puede convertir en complicado, de los errores de la Guerra de Yom Kippur nada se aprendió.

Los traumas, lo dice la lógica, a veces dejan enseñanzas valederas. Pese a los años transcurridos la palabra lógica parece que no ingresó aún al vocabulario, la misma piedra puede cruzarse en el camino.

En las Plegarias de Yom Kippur cada uno tiene las propias en su silencioso contacto personal con Dios. Salud y paz deben ser las dos palabras más repetidas.

Benjamin Netanyahu ya de lleno en campaña para una nueva reelección, será su último mandato como Primer Ministro, no quiere ingresar a la historia como un mero buen administrador y que lo recuerden por las causas judiciales que están abiertas en su contra, pretende ser el otro Ben Gurión, éste por ser el creador del Estado, Bibi por ser el que salvó a Israel de las amenazas de Irán y sus satélites de sus intenciones de destruirlo. Sabe y conoce que para su personal proyecto solamente tiene, con el Presidente Trump como socio y aliado, algunos meses del próximo año y los primeros del 2020.

Netanyahu, aunque las circunstancias políticas lo obligaran, no es una persona de términos medios, también como alternativa de su pase a los libros de historia, no es descartable que, siempre con la cobertura de Estados Unidos y del Presidente Trump en particular, extraiga de su galera algún grandioso y fantasioso plan de paz con los Palestinos, guerra y paz, los dos extremos en el último mandato de Netanyahu se unen.

La Autoridad Palestina en stand by en espera del fallecimiento de su presidente con graves problemas de salud en su faz terminal, mientras tanto continúa con sus 3 paquetes de cigarrillos por día, nadie pudo eliminárselos, es su manera de morir con las botas puestas, la guerra sucesoria será fratricida, Hamás y Hisbollá, éste con sus más de 150 mil cohetes que cubren todo el territorio de Israel en bodegas subterráneas apuntando hacia el sur ya no solamente desde El Líbano, también desde Siria pueden modificar todos los planes de Netanyahu.

Las Plegarias, que Dios proteja a Israel, Feliz Año Nuevo, Gmar Jatimá Tová.

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