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Carta a los Reyes Magos
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Carta a los Reyes Magos

Por Jorge Molina Sanz
jueves 03 de enero de 2019, 12:46h

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Esta mañana vi que mis amigos estaban risueños, divertidos y con aspecto de tener algún kilo añadido en la zona del abdomen y ya totalmente recuperados de la resaca del año nuevo.

Con el primer sorbo del café, sin demasiados preámbulos nuestra joven profesora, se encara y dice:

― Me negaste la posibilidad de pedir mis regalos por Navidad; con el argumento de que Santa Claus era un invento comercial y demasiado yanqui, y que nosotros tenemos la tradición de los Reyes Magos, por lo que ahora no te puedes negar. ¡Tenemos que hacer nuestra carta a sus majestades de Oriente!

Solo pude preguntarle:

― ¿Qué regalos quieres que nos traigan Los Reyes Magos? Díctanos tu carta.

No tuvo oportunidad, nuestro viejo marino se adelantó, y empezó:

― Querida amiga, toma nota: Pido que se acabe con el sonsonete de que hay que reformar la Constitución. Pido que se empiece a cumplirla y aplicarla, con rigor y sin miedos. Tenemos una constitución moderna, con una redacción que da cabida a todas las sensibilidades y permite legislar ampliamente; salvo que se atenten a principios fundamentales. Después de la constitución de 1876, que promulgó Cánovas del Castillo, que duró 47 años esta ha sido la que más ha durado y la que nos ha permitido alcanzar las mejores cotas de progreso y bienestar común. ¿Para qué cambiar algo que funciona, para qué empecinarse en destruir lo que está hecho y bien hecho?

Nuestra amiga le secundó:

― Pues yo voy a pedir que se acabe con la «asimetría» territorial, ya está bien de que no seamos iguales todos los españoles, no solo ante la ley, sino a la hora de pagar impuestos, recibir educación, contar con infraestructuras o beneficios sociales.

El marino levantó la mano y prosiguió:

― Que dejen de ocupar las calles aquellos que pretenden romper la tranquilidad y la estabilidad. Que se dejen de inventar falsos problemas, que se acaben con derechos y prebendas (en detrimento del resto de los españoles), falsas memorias y desmemorias históricas. Que se deje de pintar nuestro país como si viviésemos en Etiopía, somos la decimotercera economía mundial, contamos con una buena sanidad, nuestras infraestructuras ―aunque deficientes en algunos casos― han mejorado notablemente y nuestra calidad de vida está por encima de la media, según estima la OCDE. Que este año abandonemos tanta melancolía, tanto ruido que solo sirve para asustar y crear inseguridad; y eso solo les vale a esos redentores de pacotilla que pretenden destruir todo lo que se ha conseguido en estos años de democracia. Pido a los Reyes Magos que influyan para que nos centremos en aquellas acciones que contribuyan, eficazmente, a crear mejoras sociales y económicas para todos, repito, para todo el país.

Nuestra amiga metió baza:

― También quiero pedirles a los magos de Oriente que se abandonen esas políticas de falsa modernidad y para que se entienda que la verdadera modernidad está en otras cosas. Que nos alejemos del lenguaje políticamente correcto y que nos aferremos al lenguaje riguroso y constructivo, alejado de tópicos y seudo doctrinas. Que haya una mayor conciencia de que nuestros deseos más profundos son progresar y que haya empleo; y que para eso hay que generar riqueza, favorecer el emprendimiento y la creación de empresas ―no contenta añadió: ¡Ah! Y de paso, acabemos con ese lenguaje cursi y ridículo del género en el idioma, que nos hace parecer tontas a las mujeres.

Mi viejo marino, como si ya no hubieran sido suficientes sus demandas, añadió:

― Escribe, quiero pedir también que nos traigan libertad. Que nos alejemos de estos mesías que nos proponen como tenemos que pensar, que tenemos que hacer y cómo lo tenemos que hacer. ¡No queremos que nos prohíban más! Una sociedad moderna no se construye con tantas prohibiciones, con tantas leyes; se regula y se dejan más espacios de libertad.

Se me habían sublevado, querían un mundo utópico, parecía que por un momento habían olvidado en el país que vivimos. No solo eran peticiones inalcanzables, sino que además estaban pidiendo un milagro. Escuchándolos parecía que habían olvidado la condición humana; pedían que la generosidad y el sentido de la responsabilidad de los dirigentes se antepusiese a sus propios y mezquinos intereses. Se habían olvidado de que estamos viviendo en la era de las «fake news» y la manipulación de la sociedad. Por lo que, llegado ese instante, alcé la voz y les dije:

― Esta es la carta a los Reyes Magos, no a la virgen de Lourdes. ¿Por qué tú, mi viejo amigo, no les pides una pipa nueva, una de esas de espuma de mar que tanto te gustan, o un velero que, por muy caro que sea, seguro que es más fácil que accedan a traértelo?

Miré a nuestra amiga y le repliqué:

― ¿Por qué no pides, tanto que te gustan las prendas exclusivas, unos «manolos» así llevaras esos zapatos que tanto apasionan a las estrellas y modelos? Que por muy exclusivos que sean, seguro que les resultará más fácil traértelos.

Me miraron con asombro, se quedaron callados, desconozco si fue porque, analizando, llegaron al convencimiento de que sus peticiones eran imposibles, o porque les pareció muy frívola y «terrenal» mi réplica, pero como siempre nos miramos, nos reímos y nos dijimos:

― Pues pedimos lo mejor para el 2019, porque que sabemos que nosotros, aquí en nuestra aldea sabemos muy poco de las cosas de este mundo.

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